Has vuelto, pequeña. Esta vez
creí que no volverías. Me pregunto dónde has estado durante todo este tiempo.
Quizás no debería preguntar, pero la curiosidad me vence. Ahora que veo tu
maleta a medio deshacer y los billetes esparcidos por el suelo, me pregunto
hasta dónde pretendías llegar sin tu ventana.
Sé que te gusta gastar suela,
pero siempre te has dejado llevar por ese extraño y erróneo concepto que tienes
de la “imprescindibilidad”. Vale.
Acabo de inventarme una palabra, pero es que me cuesta definir ese afán que
tienes por tenerlo todo controlado y me hago otra pregunta, ¿de dónde lo has
sacado? Como ves, todo funciona en tu ausencia. Tal vez no como tú crees que
todo debería funcionar, pero funciona.
Cuando vuelves te escudas detrás
de esa persiana a medio cerrar. O a medio abrir. ¿Cómo lo consideras tú?
Porque, pequeña, ese hueco siempre está iluminado, aunque a veces no quieras
ver la luz que por él se cuela, como tampoco quieres ver la luz que desde él se
proyecta hacia el infinito.
Sé que escuchas cada día y cada noche
el sonido de la ventana aunque estés lejos. Sé que siempre hay alguien que, en
tu ausencia, pinta el dolor de colores y sonrisas. También sé que ese alguien
pinta tus alegrías de grises a tu regreso y te habla de las luces y
sombras que fueron circulando mientras paseabas tus historias inventadas por
andenes sin número.
Ayer, cuando oí las ruedecillas
de tu maleta sobre esta madera desgastada, creí que volvías para quedarte. No
estoy segura. La silla de la esquina vuelve a estar vacía aunque hayas vuelto.
Has vuelto, pero creo que será sólo un momento, ¿verdad? Sí. Será sólo un
momento. El tiempo suficiente para deshacer tu memoria y quemar los papeles que
guardan tus secretos. Y tus desvelos también. ¿Por qué no admitirlo? Porque, en
el fondo, te desvelas por todo y por nada.
Bien, pequeña. Te dejo esta carta
al lado de la maleta. Antes de que vuelvas a salir por esa puerta, arrastrando tu
maleta llena con las luces y sombras de la ventana, déjame que te deje un beso de
despedida. Tal vez sea el último, porque esta vez he visto tu billete de tren. Es
un billete de ida…
Todos sabemos que la imprescindibilidad no existe pero a veces es tan agradable pensar que sí.
ResponderEliminarNo siempre los billetes de ida implican un no regreso, de momento aprovechemos se deshacer de la memoria.
Com m'agraden les teves paraules Concha!!!!!
Abraçades i bicos
A determinadas edades deberíamos comenzar a prepararnos para determinadas ausencias que antes no se producían, podrían parecer una panacea, pero no lo es. Aunque todo funciona, seguramente no será lo mismo ya y con el envejecimiento se producen madureces que nos dará la capacidad para no tenerla tan en cuenta. En este caso la maleta roja se torna para siempre en violácea o lila, tan pleno a esas edades.
ResponderEliminarPasarán, aunque eso suponga un menor gasto, en principio. Luego habrá otros.
Breves ss
dl*C
ResponderEliminarSin desesperanza. Llegada a su destino podrás encontrar billetes de vuelta. Le saldrá algo más caro pero el regreso lo tiene asegurado. Así podrá encontrar esa maravillosa persiana que deja entrar luz al tiempo que permite que nuestra mirada viaje con otra luz que se va.
Sigue escribiendo que eso es lo tuyo.
· BQñSMTS
· CR · & · LMA ·
Creo que continuamente estamos cogiendo billetes sólo de ida... solo que no lo sabemos, creemos que volveremos. Más nunca se vuelve a lo mismo que hemos dejado.
ResponderEliminarTú, escribe.
(me fastidia dejar faltas de ortografía por ahí
ResponderEliminar:D´Isas, minha, sonche inevitabels pois o escriber cos dedos brincando dunha beira a outra das trecas soche cousas fáciles de padecer (saltos de mata e rastroxo)...E non pasa ren, a tudos pásanos...
EliminarTarde ou cedo todos acabamos collendo unha viaxe que é só de ida.
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