Te desperezas
como si al día
le quedase todavía
más luz de la que irradia.
Luego te deshaces en anhelos,
subes, bajas,
te contemplas y te amas,
frente al espejo…
Pero hay una sombra oculta
que oscurece tu aureola.
No la ves, pero te cierne.
Es tu encierro, tu jaula,
en la que se mueven tus sueños.
Te cepillas los dientes,
como siempre,
alisas tus cabellos…
Vuelves al espacio reducido
en el que cocinabas chocolate
con restos de ladrillos
diluidos en agua,
sobre conchas de berberechos.
Vas y vienes, sin horizonte,
y en tu cerebro,
te desperezas con el alba,
como si todavía
todo fuese nuevo.
Concha L. F.