lunes, 26 de diciembre de 2011

UN PASO MÁIS...



...CARA A LUZ

Saúde e sorte.

jueves, 22 de diciembre de 2011

MI CASA - II

Además, en mi casa las persianas suben y bajan solas si le doy al botón y aunque Marina me castiga sin ver los dibujos de X-Men, cuando no me ve, me divierto subiendo y bajando las persianas, mientras ella anda corriendo por el pasillo con la aspiradora o el trapo del polvo, o cuando está en el cuarto de la ropa planchando las camisas de papá y los vestidos de mamá. Aunque no sé si mamá tiene vestidos. Al menos no son como los míos. Ella dice que sus vestidos se llaman trajes. Un día le pregunté a Marina por qué mis vestidos son vestidos y los de mi mamá son trajes y me dijo que era porque mi mamá es una persona muy importante y tiene que llevar siempre traje, pero sin corbata. Las corbatas las pone papá. Las de tela, porque dice que las de papel no sirven, por eso nunca se puso aquélla llena de colores que el profe Aurelio me ayudó a hacer para Navidad, para regalársela a mi papá. Un día tengo que preguntarle dónde la guarda. Seguro que la tiene muy escondida para que nadie se la robe, en la caja fuerte, esa cosa que está en el salón, detrás de un cuadro que tiene a una señora desnuda. No sé.




Sigo sin saber lo de los metros cuadrados. Además, creo que me equivoqué y que no son 98. A lo mejor son 198. Este número está más cerca del 200, sólo dos peldaños, como dice el profe Aurelio. Y porque ayer oí a papá que le decía al abuelo Anselmo que un piso de casi 200 metros cuadrados no se mantenía así porque sí, que si no le llegaba la pensión para irse de paseo, que se quedase en el pueblo. No entendí nada, pero eso es lo que oí.
¡Pobre abuelo! Con lo que le gusta viajar con su linda Teresa. Es que mi abuelita se llama Teresa. Es muy guapa y tiene un lunar justo al lado de una oreja, pero no de esos que tienen las viejas, llenos de pelos, no. El de ella es redondo y marrón, como sus ojos.
¡Qué guapa es la abuela Teresa! No viene mucho a mi piso, porque dice que aquí no puede hablarle a las mariposas. Y porque al abuelo Anselmo no le gusta subir escaleras ni encerrarse en el ascensor. Dice que es como una caja fuerte. Además dice que los pisos son como jaulas en las que se pudren los tomates. A lo mejor es que no sabe que los tomates se cuidan en la tienda de la señora Delia. Ellos solitos se cuidan. Y cuando Marina los trae a casa, se cuidan en la nevera. Así que no entiendo lo que dice el abuelo de los tomates. Además, Marina trae muchas cosas de la tienda de la señora Delia y todo cabe en la nevera de la cocina. La cocina de mi casa no es muy grande, pero la nevera sí. Dice Marina que tiene cinco estrellas, como el lavavajillas. No, ese dice que es triple A. ¿Qué será eso? Porque “lavavajillas” tiene cuatro As. Será que Marina, como ya está un poco vieja, no se acuerda de contar hasta cuatro.

sábado, 17 de diciembre de 2011

II


 ñOCO , quérote!

Tendría que sondear el insondable mundo
de mis hogueras para descubrir
si hay verdad en tanta alegría,
en tanta pena...
y en las luces que guían mis pasos.

Una vuelta más al tornillo
y todo quedará encarcelado,
encerrado en el laberinto.

Hablarán solamente estos dedos
y volarán las sombras
en el papel virgen y blanco,
como el blanco sin fin en el que fluyen las imágenes,
sonidos y aromas de un tiempo huidizo,
arrancado sin piedad del seno de la realidad.

Aquí en galego.

sábado, 10 de diciembre de 2011

MI CASA - I

Mi casa es grande. Dicen mi mamá y mi papá que tiene 98 metros cuadrados útiles. Sé cuando algo es útil, por ejemplo el tenedor para comer cosas duras. Pero lo de que los metros sean cuadrados, ya no lo entiendo tan bien. Es que en mi casa, todos los metros que hay son casi iguales: unas cintas largas, con rayitas y números que, si se sueltan de repente, acaban cortando los dedos. Por eso mi papá y mi mamá nunca me dejan andar con los metros. Con esos largos. Con los cuadrados, no sé, nunca los vi, aunque mi mamá y mi papá dicen que los pisamos siempre que ponemos los pies en el suelo. Pero eso yo no lo entiendo.
Pues eso. Que mi casa es grande. Pero no es una casa. Es un piso de esos a los que se llega en ascensor. O por las escaleras, aunque yo nunca las usé solita, porque para subir por ellas hay que tener muchas llaves para abrir las puertas. Lo sé porque a veces mi mamá y mi papá y yo tuvimos que subir y bajar por ellas, por ejemplo cuando el vecino del sexto metió en el ascensor un sofá o cuando todas las chicas del octavo se metieron todas juntas, con las maletas y se rompió un cable. Bueno, no se rompió, pero debió pasarle algo muy malo, porque aquel día cuando Marina y yo llegamos del cole, ellas estaban en el portal diciendo que se había caído el ascensor y Marina y yo tuvimos que subir por la escalera.
Eso, que se me olvidó antes, también subí por las escaleras con Marina. Es mi otra mamá. Papá y mamá dicen que, como las abuelas y los abuelos están lejos, no me pueden cuidar y por eso me despierta Marina cada mañana, me da el desayuno, me pregunta si metí todo en la mochila y me lleva al cole y después me va a buscar, me da la comida, volvemos al cole y al salir me lleva a clase de pintura o a nadar y por la noche me da la cena y me lee un cuento hasta que llegan papá o mamá. Porque papá y mamá trabajan mucho. Así yo puedo vivir en un piso.

























Memoria USB - ñOCO le bOLO


Marina dice que mi piso es muy moderno. Claro, en vacaciones papá y mamá siempre compran algo nuevo para el piso  y para mí. El verano pasado, papá y mamá me regalaron un ordenador de esos que se pueden abrir y cerrar en cualquier sitio. Es muy bonito y tiene las tapas de color rosa y por dentro tiene muchos botones con letras y números. Ya sé leer y escribir, pero sólo juego con él a dragones y mazmorras cuando Marina me deja. Claro que si están papá o mamá en casa, me dejan más rato, porque tienen que hacer muchas cosas en el otro ordenador. Es que en mi casa hay dos habitaciones con muebles llenos de libros y una mesa grande con un ordenador de esos negros y con muchos cables. Ahí no me dejan entrar. Dicen papá, mamá y Marina que lo que hay allí son cosas de mayores que yo no entiendo. No sé, tampoco entiendo lo de los metros cuadrados, pero me los dejan pisar.

En galego  aquí

miércoles, 7 de diciembre de 2011

I


Suavemente,
desde el anonimato,
desde este silencio que habla a voces,
desde esta jaula invisible,
una tarde cualquiera, como cualquier tarde,
al final del sendero que conduce a la coherencia
hay una luz
y las sombras se disipan lenta y suavemente.
Las nubes forman figuras imposibles
mecidas por la brisa de los segundos
que, suavemente, pasan
desde el anonimato,
desde este silencio
que habla a voces de las voces que silenciaron
aquellas voces de la jaula invisible…
Como cualquier tarde.

Quizás no entiendas nada, yo tampoco.
Suavemente
voy sintiendo aire y agua en estos dedos,
agua y sal que descienden hasta posarse en mi sonrisa.

Quizás no entiendas nada. Yo tampoco.

¡Todo es tan grande y tan pequeño!

viernes, 2 de diciembre de 2011

SOMBRERO

Xulio López
 

Podría imaginarte sin sonidos,
sin colores,
sin esa aureola de evidencia que te cubre.

Podría, incluso, verte al otro lado de la puerta,
con tu ademán perezoso,
lento y descuidado,
decir ese adiós de quien se va sin irse.

Podría sentarme al lado de mi realidad
y conversar con ella de los efímeros destellos
que, al salir de tu piel, atraviesan las conciencias.

Hasta podría sentir cómo tu osadía
rompe el cristal de todas las ventanas del infinito.

Podría, sí… muchas cosas podría…

Pero el viento ha arrastrado mi sombrero.

Aquí en galego

sábado, 26 de noviembre de 2011

MUJER AZUL

Cada vez que escuchaba el sonido de la cerradura, su corazón se encogía hasta ser apenas un garbanzo. Dejando el sol a su espalda, corría hacia el vestíbulo con las manos llenas de preguntas que jamás se despegaban de la piel y, en un penúltimo acto de valor, dejaba en aquel rostro impasible la señal de sus ocultos miedos.

 Ventana con mujer
Él era alto, apuesto, elegante, inteligente, sabio… Tenía un aire de grandeza que solamente se desvanecía cuando, al final del día, caía rendido entre las sábanas. Mientras no llegaba ese momento, sus ademanes eran los de quienes se saben (o se creen) dueños del universo. Sin embargo, carecía de colores. En el fondo, su espectro era negro. Negro, como las largas esperas en la galería, de espaldas al sol, con el alma puesta en el tintineo de las llaves.
Ella era azul, muy azul, como el intenso cielo de un mediodía de verano, como el agua azul del mar que se mece al arrullo de la brisa. Era alta, bien parecida, con el cuerpo hecho de algodón y espuma, con unos ojos que traspasaban la vida que había más allá del cristal de la galería. Su pelo desprendía los aromas de una juventud preñada de sueños, de palabras, de horas y horas de bibliotecas y paseos por la sabiduría de la vida. Y todavía era joven. Y azul.
Una mañana de primavera, mientras su mirada se perdía tras los visillos de aquella puerta, pensó en lo fácil que sería asomar a la única ventana abierta de la galería y dejar que sus preguntas se desprendiesen de sus manos y volasen libres. Sí, sería muy fácil. Se levantó, caminó hasta la ventana, se aferró con fuerza a sus sueños y dejó que su cuerpo azul volase libre.
En ese momento, justo en ese momento y contra todo pronóstico, una llave se deslizó en la cerradura.
Aquí en galego

viernes, 25 de noviembre de 2011

NOVIEMBRE... 25...

Make-up time


 Me quedé con las ganas de contarle por qué no me gustaba el calor asfixiante del verano, pero fue tan violento el encuentro y tan hirientes las palabras que salían despavoridas de su boca que, sin saber la razón, me quedé muda, asintiendo...

¿Cómo recuperar el tiempo perdido?

Aquí en galego



jueves, 17 de noviembre de 2011

MORTE NEGRA

 Tristura infinita

II - ASCENSIÓN

 
Sabía de mis sueños
y coló un haz de polvo en suspensión
entre las grietas.

Reposan sus misterios
ensombrecidos, tal vez,
(o iluminados, no lo sé),
por esa pátina de polvo
que el tiempo depositó
en sus escondrijos.

Es poca la distancia
que me separa del recuerdo,
pero temo violar su intimidad,
o dejar la señal de mis desvelos
en sus superficies.

Siento curiosidad…
Despierta en mí un deseo irrefrenable
por saber
si todavía sigue viva
mi vida en su seno.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

A MIÑA FAMILIA

Grazas, ñOCO Le bOLO, por este fermoso agasallo

A miña familia ten moitos ángulos. Uns son moi agudos. Outros son rectos, en apariencia. Outros son tremendamente obtusos. Outros opostos polo vértice…
Digamos que cada un deles está limitado pola amplitude desas dúas semirrectas que acaban por concluír nun mesmo punto. Pero algúns non están situados nun mesmo plano, pois non todos fan parte directa dos 360º dunha mesma circunferencia. Aínda que algúns deles converxen no mesmo sitio, outros afástanse do punto de encontro de tal xeito que calquera sinal de proximidade está marcada unicamente por ese egoísmo feroz que fagocita partes do plano que non lle corresponden.
Algúns son ángulos mortos. Outros alongan as súas semirrectas para poder estar, de vez en cando, no punto de orixe. Hai ángulos que se achegan e se afastan do punto converxente, pero sempre están presentes. Tamén os hai que, aínda que coincidan, as súas semirrectas e a súa amplitude esvaece no espazo.
En certo modo preocúpame que desapareza ese punto de encontro, pero, por outra, penso que a solidez do vértice inicial ha de manter viva a relativa proximidade das moitas semirrectas que forman estes ángulos, aínda que sigan ocupando espazos diferentes do mesmo plano. Porque o plano sempre é o mesmo. A miña familia.


sábado, 5 de noviembre de 2011

PASOU O DÍA, PASOU A ROMARÍA

Esa fiestra pequeniña é o punto desde o que miro ás veces como se vai movendo a xente detrás dun lábaro, mentres agardo o momento oportuno para enfiar a voz cara a pequena bóveda que devolva o relixioso sentimento das xentes ás imaxes, obxectos e teas engalanadas que volven da súa pelerinaxe polo camposanto, mentres unhas destras e hábiles mans moven o badaxo das campás, sementando sons pola contorna.
 A finais de outubro, seguindo as ensinanzas da miña grande mestra da vida, contribúo a que o espazo entre as lousas da fachada e o infinito estean cheas das cores dos crisantemos. Que flor tan bela! Cantas lembranzas agradables trae á memoria cando espalla o seu arume na pel!

Pero pasou o día. Agora toca outra danza. Vou ver se a dou bailado...

A imaxe dos crisantemos non é miña, pero a da igrexa e cemiterio de Santiago de Partovia si.

domingo, 30 de octubre de 2011

DON BLAS

Don Blas é un estraño pero agarimoso e divertido personaxe.
Hai dez anos que chegou ao meu refuxio, logo dunha longa viaxe desde Quiroga, no sur da provincia de Lugo. Daquela era apenas unha cría dun mes, perdida e indefensa. Logo da desaparición de Gusi, unha cadeliña pequecha e lanuda, agarimosa coa xente da casa e tremendamente agresiva coas persoas descoñecidas, apareceu este elemento distorsionador.
É un cadelo pequecho, algo tonto, pero ledo coma as pandeiretas. Cando chegou a casa, aos poucos meses de morrer o papá, apenas sabía comer. Houbo que armarse de paciencia para que tomase o biberón e pechar cancelos e portas, pois o seu divertimento consistía en fugarse, quen sabe por que, cara a estrada e, con aqueles ladridos agudos de bebé, asustar aos coches que subían e baixaban a empinada estrada que pasa por diante da casa. Seguíame a todas partes, ata cando me metía no coche para ir traballar. Se me vía chegar e poñer roupa para ir á horta, empezaba a correr entre o corredor da cociña e o sitio onde están as ferramentas, para indicarme o camiño, para que non esquecese nada. Logo, na horta, seguía cada movemento do sacho, do angazo ou da mangueira. Cando vía que recollía as cousas na horta, ía correndo para a cociña e seguía cada movemento da mamá, mentres poñía a mesa e, cando eu chegaba para comer, sentaba a carón dela, pegado ao seu caxato.
Don Blas é don Blas. Non me caben aquí todas as cousas que teño gardadas na memoria e que están vinculadas co seu nome. Cerca do 1 de novembro, vénseme á cabeza unha especial, a da súa tristura cando morreu meu irmán, o seu nerviosismo e a desidia que o invadiu ao notar a súa falta. Don Blas segue sendo o can tonto de sempre, agarimoso e rebuldeiro, pero ás veces senta sobre a súa deteriorada cadeira esquerda, mirando a ningures, como se agardase que pola porta volva aparecer quen lle daba un anaco de galleta antes de ir durmir.

miércoles, 19 de octubre de 2011

I - SEDUCCIÓN



Shadows on the sand


Me sedujo.
De mis cejas cuelgan, todavía,
sus telarañas.

¿Fue aquella puerta sin postigos,
o la empinada escalera?
¿Fue aquella luz interminable
que ascendía y descendía
a través de la claraboya?
¿Fue su madera polvorienta
que crujía bajo mis sandalias?

No lo sé.

Sencillamente, me sedujo
y me atrapó entre sus misterios.