sábado, 28 de abril de 2012

JFK - III

De nuevo sonaron las ambulancias. Una ráfaga de recuerdos estalló en su mente y su cara perdió el leve matiz moreno que había dejado el sol del último verano.
Lentamente volvió la mirada hacia aquella voz serena. Era él. Sus ojos se encontraron de nuevo con el lunar pardo de su sien derecha, con su pelo canoso y ondulado, con su indescriptible sonrisa… No supo qué decir. De su boca salió apenas un saludo susurrado que se perdió entre los trinos de los pajarillos.
Él se sentó a su lado, en silencio. Ella volvió la vista al otro lado de la calle, donde los coches de apresuraban a hacer un hueco a las sirenas. La gente se agolpaba en las aceras, con sus bolsas y paquetes, con libros y carpetas, con sus vidas colgadas al hombro…

Ausencia - Miles de páginas
  • ¿Cómo estás? 
  • Bien. Supongo. ¿Tú?
  • Sí, bien. Supongo, también… 
  • ¿Qué haces aquí hoy? Creí que continuabas de viaje.
  • Bueno. Sí y no. Vengo por un par de días. 
  • ¡Ah! Eso es poco tiempo. ¿Te merece la pena?
  •  No lo sé, pero hasta mañana por la noche no tengo que embarcar de nuevo y pensé que tal vez estaría bien volver por aquí para ver cómo va todo.  
  • Ya… Todo va bien. ¿Has entrado ya a saludar a la gente? 
  •  No. No he tenido tiempo. Acabo de llegar. Todavía tengo las maletas en el coche y aún no fui a casa. 
  • Necesitarás una ducha, imagino…  
  •  Sí… ¿Tan mal me ves? 
  •  No. No te veo mal. 
  •  Y, ¿cómo va todo ahí dentro?
  •  Bien, creo, pero siempre puedes comprobarlo tú mismo. Hace meses que dejaste tu despacho y, por lo que sé, ya te han sustituido… 
  • Ya lo sé. Ya no formo parte de esto… 
  • ¡Ah! ¿Lo sabías? 
  • Sí. Esa fue la condición.
  • La condición, ¿para qué? 
  • Para marchar. 
  • ¿Tan mal estabas? 
  • Sí. 
  • Pues no lo entiendo...
  • Es que no hay nada que entender. Estaba mal y decidí marchar. ¿Es tan difícil de entender? 
  • No. Pero si estabas mal, no sé por qué nunca dijiste nada. Siempre pensé que teníamos una amistad fuerte y sólida… 
  • Y la tenemos, ¿no? 
  • Tú sabrás. Las amistades creo que están para apoyarse y ayudarse y con tu repentina marcha no fue eso lo que mostraste.
  • No sé. Percibo un tono de reproche en tus palabras. Creo que habría sido mejor no haber venido a verte. Pensé que te alegrarías… 
  • Ya. Te vas sin decir ni palabra, vienes y no haces por encontrarme, pero me envías recado de que me viste, luego vuelves a aparecer aquí, con la pretensión de que me alegre, de que entienda que estabas mal y que decidiste irte. Simplemente. Sin más… 
  • Oye, no quiero discutir contigo. No he venido aquí para eso… 
  • Vale. Entonces, ¿a qué vienes? 
  • Sólo venía a verte… 
  • Bien. Pues ya me has visto. Entra si quieres a saludar, coge tu JFK con tus maletas, tus billetes de avión, tus conferencias y vete… 
  • Veo que no estás tan bien como dices. Si quieres me quedaré un par de días más. Puedo cambiar los vuelos… 
  • ¿Sí? Pues no los cambies. No te va a merecer la pena. Con un par de días no se arregla lo estropeado durante años. Hace tiempo que reconozco que en todo esto me he equivocado... 
  • No es cuestión de equivocarse o no. Lo que pasó, pasó, pero podemos empezar de nuevo… 
  • ¿Otra vez? ¡Esta sí que es buena! Empezar, ¿qué? ¿Qué quieres empezar? ¿Con quién? ¿Dónde?
  • Quiero empezar de nuevo, aquí, ahora, contigo. 
  • Ya… ¿Con otro billete de avión? 
  • Con el último. Me queda una conferencia en Riga. ¿Quieres venir? 
  • ¿A Riga? ¡Tú estás soñando! ¿Y mi trabajo? Sabes que necesito trabajar, sabes cuál es mi mundo. No tengo otro más que éste y ése es uno de nuestros problemas… 
  • Vale, lo sé, pero podría arreglarse… ¿Qué te parece si cenamos juntos? 
  • No lo sé... Mejor, no. 
  • Ya... ¿Tu número de teléfono sigue siendo el mismo? 
  • A eso no voy a contestarte. 
  • ¿Te vas? 
  • Claro. Tengo trabajo… Gracias por tu visita.

domingo, 22 de abril de 2012

LA NOCHE

Grey
¿Sabes lo que es la noche?

No… Sí. Cuando todo está oscuro…
Ya. Cuando no hay luz…
Claro. Cuando todo el mundo duerme. Cuando yo duermo…
¿Tú, duermes?
Sí. Casi siempre duermo por la noche. A veces duermo de día…
Y, si no duermes por la noche, ¿qué haces?
No lo sé. Pensar, dar vueltas… Esperar a que sea de día, para que vuelva la luz. Luego comienzo de nuevo, cosas nuevas y viejas. Descanso con la luz y espero de nuevo a que llegue la noche. Quizás después sin luz pueda dormir de nuevo…
Y, ¿si no duermes?
Espero, una vez más… Siempre espero…
¿Sabes realmente lo que es la noche?
Lo sé.
¿Puedes describirla?
Tal vez… ¿Por dónde empiezo?
Por donde tú quieras.

La noche es esperar un día nuevo, en silencio, cuando el día duerme. La noche es buscar el momento para huir de las sombras, mientras ellas duermen, para encontrar la luz. La noche es esperar esa puerta que se abre a un horizonte diferente. Esperar… Con calma, con el corazón en un puño y el alma desdoblada entre ayer y hoy, devolviendo lo que te han prestado, dando lo que nunca te devolverán. La noche es una guardia permanente, en la que los fantasmas van y vienen a su antojo, en la que suenan timbres, teléfonos y llaves que te dicen que sigue habiendo vida, aunque esa vida sea una diferente a la tuya, aunque la hayas vivido, pero sin pertenecerte… La noche es dormir, siempre, dormir para siempre.

Y… ¿Por qué no duermes, ahora que es de noche?

No lo sé. Tal vez porque alguien a mi lado respira y tengo que escuchar si su respiración duerme. O porque quien tendría que dormir a mi lado solamente es ahora un sueño. O porque tal vez necesito escuchar un timbre o unas llaves que me indiquen que es hora de dormir...

¿Qué escuchas ahora?
Nada.
¿Seguro?
No… Escucho el silencio. Escucho la noche. Otra más… Esperaré a mañana… Ahora me voy a dormir… Ya es, de nuevo, mañana…


sábado, 21 de abril de 2012

MARES DE SAL

Miradas de sal

Nadie le preguntaba a dónde iba. Nadie le pedía cuentas de dónde venía. Nadie supo nunca si ya había entrado en el infierno o si, con sus alas, había alcanzado el paraíso.
Pero sí todo el mundo sabía que, cada vez que cerraba aquella puerta, se sumergía entre espumas, con la mirada hundida en mares de sal…

domingo, 15 de abril de 2012

VI

De la oscuridad a la luz

Dejando apartado el tiempo de sombras por un momento,
en el espacio invisible en el que se mueve la alegría
y se mezcla con los desvelos,
aquí, donde el suelo lastima
las plantas de unos pies cansados,
lacerados por las espinas
de las zarzas de la orilla del camino,
florecen matas de rosas,
jazmines y flores de lavanda
que perfuman mis pasos
y traen en el aire prendidos mil recuerdos.

El arco iris posa sobre la piel
luces milagrosas
que van del rojo al violeta
y pintan sonrisas en cada gesto.

Dejando apartado el tiempo de sombras por un momento,
tiendo las manos para que las tuyas
se acerquen a la inmensidad
que un día oscuro de aquel oscuro tiempo, nunca huído,
intentaron construir,
sin dejar de regalar una sonrisa.


Grazas, Gabi, por tan xeneroso agasallo

sábado, 7 de abril de 2012

509

Frío

509

Simple sombra en un oblicuo espacio.
Azul, negra y blanca tortura…
Negra tez, sábana blanca, tenue línea azul…

509

La noche es un lamento sin luz.
El día es la luz de un lamento…
Soledad con arrugas blanquecinas…
Y silencio…
Blanco. Negro. Azul.
Todo es blanco… Negro… Azul…
Y en medio del silencio, corre el alma a su escondrijo.

509

La noche enciende el último cigarro, lejos de la reja.
El amanecer huele a café templado.
La voz de la juventud perdida llama.
Se pierden sus pasos entre las brumas.
Suena el timbre del dolor.

509

miércoles, 4 de abril de 2012

EL CHUPETE

Xulio López

Si se lo hubiesen contado antes, no habría creído nada, aunque supiese desde siempre que los chupetes esconden clavos y alfileres que hieren el paladar…

Ahora, desde su ventana, lo ve exhausto, sentado en el banco de la esperanza, con el chupete agujereado, roto por sus manías y excentricidades. Pero lo ve mirar de frente, con la cabeza alta, aunque sus ojos estén enrojecidos por el llanto...

Desde su ventana lo mira sentado en el banco de la esperanza. Y mira el chupete, los clavos y alfileres, y piensa. No es fácil desprenderse de los sueños. Tampoco lo es desprenderse de un chupete, aunque hiera el paladar.

Será un duro camino…

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