Miradas de sal
Nadie le preguntaba a dónde iba. Nadie le pedía cuentas de dónde venía. Nadie supo nunca si ya había entrado en el infierno o si, con sus alas, había alcanzado el paraíso.
Pero sí todo el mundo sabía que, cada vez que cerraba aquella puerta, se sumergía entre espumas, con la mirada hundida en mares de sal…
Muy bonito, Concha. Besos
ResponderEliminarHermoso, Concha, intuyo soledad en tus palabras, también libertad, y sueños.
ResponderEliminarLa fotografía, bañistas en la capital de mi tierruca, me encantó :)))
Mis felicitaciones para ti y Tres Trisqueles
Besos
Ío
Moi fermoso ese micro Concha, gustoume moito.
ResponderEliminarBicos
· De la foto de Merce, poco que decir. ha sabido seleccionar uno de los encuadres más interesantes. Dejar fuera de foco al segundo 'raquero' me parece un acierto.
De tus palabras... intenso relato, condensando la desolación. Sólo esperar el resurgimiento, que esa esperanza debe estar entre tus líneas.
· bqÑmts
CR & LMA
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·
Estaba a buscar a versión galega e non atopo o enlace, eu xuraría que esta mañá, cando estiven aquí si estaba.
ResponderEliminarA foto preciosa coma todas as de Merce e o micro muy intenso como nos tes acostumados tamén.
Bicos
“…cada vez que cerraba aquella puerta, se sumergía entre espumas, con la mirada hundida en mares de sal…”
ResponderEliminarEsta frase es hermosa pero, además , me produce cierta consternación ya que en ella se encuentra la clave. ¿Pero cuál puede ser? Entre las muchas posibles hay una que podría conducirnos por el camino más inadecuado. Considerándolo bien y haciendo un esfuerzo por entender algo, noto un doloroso sentimiento de lejanía en ese personaje. Esa lejanía es producto de un “autismo” inducido? Sé que esta no es la palabra más adecuada, pero no encuentro otra en estos momentos. Hay una especie de misantropía, un viaje introspectivo, un intento anacoreta de dejarlo todo para regresar sobre sus pasos hacia un vientre que en artificio lo acogiese para acurrucarlo.
Es posible que me equivoque; es lo más seguro. Pero cuando uno se introduce en su saco de pluma para pasar la noche al raso y esperar que sea el alba quien nos despierte; entonces, sólo entonces, es cuando dentro de esa crisálida de fibra nos sumergimos entre las espumas de nuestros sueños y creyéndonos pájaros desprendemos, o lo intentamos, nuestros pies del suelo para echar a volar en rápeles tendidos donde el único seguro es una cuerda umbilical que por medio del mosquetón nos aferra a la roca de vida.
Hay dolor en tus palabras sobre quien relatas; más que dolor, hay melancolía, moita saudade, moita morriña. Tanta como la que nos hace regresar hacia el interior de nosotros mismos. Pero para impedir que nos amargue solemos echarle sal, mas esta da, me, mucha sed.
Es lo que me sugiere, a pesar de mi equivocación.
[Conociendo la foto, sólo puedo ver la ternura de quien la hizo hacia lo que representa. Sabiendo de quien es la fotografía, sé de su sensibilidad tierna. En ambas]
Breves saludos
Saude e ceibedad.
Deica
Vaia... case que, sempre deixo o mellor para o final, por aquelo da guinda e asi, que quede ise doce sabor que nos fai pechar os ollos e botar un sorriso medio sumerxidos na lembranza desa orxía de satisfación e felicidade que acaba de acontecer nas nosas papilas gustativas :)
ResponderEliminarPois ese sorriso, esa guinda que me fai pechar os ollos e facer viaxar as miñas neuronas a través dunha sensación de felicidade entremezclada cunha pizca ben cargadña de satisfacción, puxechela ti... estar aquí, entre as túas palabras, entre as túas emocións tan cheas de sentimento, tan... grandes!!!
Hoxe miraremos de afogar 3812 palabras entre ti e mais eu... tocamos a 1906 cada unha ;)
Biquiños a moreas!!!
distancia entre los personajes y al mismo tiempo comunión y tolerancia.
ResponderEliminarun dejar hacer al otro, un dejar que se sumerja en su mundo, necesario, por otra parte.
así percibo yo este texto tan poético y misterioso.
biquiños salados,
Belo
ResponderEliminarIso dos mares de sal fanme lembrar un pranto interminable.
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