Con
parsimonia, recogió todos los documentos de su mesa de trabajo y los metió en
una carpeta que guardó en el cajón. Colocó los libros en el estante, los lápices
en el lapicero y unas fotos viejas y amarillentas en una caja blanca de cartón.
Vació el cenicero, lo lavó cuidadosamente y lo dejó de nuevo sobre la mesa. Ató
la bolsa de basura y la sacó al rellano. Fue comprobando, en cada estancia de
su pequeño espacio, que todo estuviese en orden. El lavavajillas vacío y el
menaje en los armarios de la cocina. La lavadora abierta, para que no se
estropease la goma con la humedad. El tendal desocupado y la ropa escrupulosamente
organizada en el armario. La cama bien hecha, con ropa limpia.
Volvió
a su mesa de trabajo y encendió el ordenador. Eliminó su carpeta personal y
abrió su cuenta de correo. Con mucha calma releyó todos los mensajes de su
familia y de sus amistades, para luego seleccionarlos y eliminarlos
definitivamente. Apagó el ordenador, desenchufó todos los cables de la red y
sacó la clavija de conexión del teléfono. Abrió la tapa del teléfono móvil,
extrajo la tarjeta, la hizo pedazos con unas tijeras, volvió a colocar la tapa en
la ranura, arrojó los restos al inodoro y tiró de la cisterna.
Sacó la cartera del bolsillo y la dejó sobre la mesa, al lado del teléfono
móvil.
Cerró
la llave general del agua, vistió su grueso anorak con capucha y enrolló una
bufanda al cuello. Desconectó la corriente eléctrica, cerró la puerta con llave
y se metió en el ascensor. Al llegar al portal, introdujo las llaves por la
ranura del buzón de correo y salió.
La
calle estaba desierta. Ya estaba amaneciendo y una densa bruma, mezclada con la
lluvia y el viento, envolvió lo poco que quedaba visible de su rostro. Con las
manos en los bolsillos y sin levantar apenas la cabeza, comenzó a caminar hacia
la estación de tren. No tenía prisa. Tampoco tenía billete, ni documentación.
Esperándote
Cuando
llegó comenzó a caminar de un lado a otro del andén. La poca gente que había iba
y venía con sus cosas. Entró en la cafetería y pidió un café solo. Lo bebió de
un trago, dejando unas monedas sobre el mostrador, sin pensar si sería
suficiente. Era todo lo que llevaba encima y salió antes de que nadie le reclamase
nada. Se encaminó hacia el final del andén y rebasó el límite de la estación. Continuó
andando por la vía, hasta que sus pisadas se confundieron con los raíles y las
piedras. No volvió la vista atrás.
Empezó
a sentir calor, sacó la bufanda y el anorak y los tiró. Poco a poco la mañana
iba clareando y sintió como aquel viento frío penetraba en su sangre. Sin saber
cómo llegó al puente y sintió que una ráfaga de libertad lo golpeaba. No miró
atrás ni vio lo que había delante. Sólo se dejó llevar. La lluvia y la niebla ya eran parte de él…
Relato triste e desacougante. Rachar co pasado, rachar con todo, tamén pode ser unha boa forma de empezar a camiñar. ¿cara onde?
ResponderEliminarCara a onde os pasos nos leven. Tanto ten. O caso é seguir camiñando.
ResponderEliminar¿sabes qué es lo primero que pienso al terminar de leer tu relato?
ResponderEliminar¡¡Joder!!
Es que es un relato muy muy triste y con un final demoledor... pero muy bien escrito, eh, muy bien escrito.
biquiños,
Para donde los pasos nos lleven...para quienes el mirar hacia atrás no debe ser una forma nostálgica de querer volver sino una mejor manera de conocer lo que está siendo, para construir mejor el futuro. Como bien dices, el caso es seguir caminando.
ResponderEliminarSaludos.-
· De nuevo ando por aquí...
Relato intenso en el que mantienes la tensión hasta el último instante. Ese final abierto es fantástico. Eres una gran relatadora.
· bqÑs·mts
CR. & .LMA
________________________________
·
Nuestras manías nos siguen hasta el último día de nuestras vidas. Supongo que todos hemos pensado en nuestras carpetas personales y nuestras tarjetas dde teléfono si nos pasase algo... hay una imagen intima resguardada, secreta, que ni los más cercanos conocen, esa que queremos llevarnos con nosotros cuando saltemos el puente.
ResponderEliminarya hacía tiempo que no escribías... ya era hora!, y lo has hecho muy bien ;-)
Engancheime dos dous finais. O primeiro, previo á foto, tiña un aquel de liberdade creadora que incitaba a voar a imaxinación cara un novo relato.
ResponderEliminarO segundo... incitaba ao vó naquel ambiente de choiva abafante, de néboa escurecedora, de baleiro na fronte e nas costas. Xenial ese "solo"... Reforza de forma marabillosa todo o texto anterior.
un saúdo
Volveré para ponerme al día, para recuperar tus relatos y las imágenes que siempre son muy axeitadas, hermosas, tristes o melancólicas.
ResponderEliminarEn cuanto al micro, te obliga a pararte meterte en la piel del protagonista e intentar sentir lo que le hace romper con todo, después de un café.
Estremece un poco, pero yo miro más allá y sé que encuentra la libertad, al menos ha sido capaz de intentar...
Bicos